“¡Quiero ser mi selfie!”. Esta frase no es ninguna broma. Retrata una realidad. Según estimaciones de la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (SECPRE), uno de cada 10 jóvenes menores de 30 años acuden a operarse a centros estéticos con la intención de parecerse a su ‘mejor’ selfie: con aquellos párpados, labios, pómulos o lo que sea que, tuneando la imagen, aparecen en la instantánea que muestran al médico.
Puede pensarse, desde luego, que se trata de casos extremos, pero es innegable que estamos en un entorno social y cultural donde la obsesión por la imagen propia está adquiriendo una importancia extrema, patológica en algunos casos, con las repercusiones que ello tiene a nivel psíquico.
El ‘boom’ tecnológico e imparable actual ha dado lugar a lo que algunos autores califican como una “epidemia del narcisismo”, donde el exhibicionismo imperante en las redes sociales centra la atención del individuo sobre uno mismo. Los demás solo existen en la medida en que nos miran (¿admiran, quizás?) y nos adulan con sus comentarios. O solo existen como espejo en el que reflejarse, para emular la imagen que nos transmiten online. Si alguien nos ignora o nos cuestiona, se le aparta e incluso se le borra de la red en cuestión… ¡faltaría más!
Además, la presencia cada vez mayor de ‘instagramers’, ‘influencers’, ‘youtubers’ que hacen de su vida un relato público (dejemos de lado, desde luego, todos aquellos que arrancan su canal con intenciones divulgativas) abunda en este mismo sentido, en la exaltación del ‘yo’, al que se dedica toda la energía y atención. De nuevo, los otros, y por lo tanto el mundo, dejan de existir o existen como algo lejano y ajeno, instrumental.
Por otro lado, estas mismas tecnologías han provocado una aceleración del ritmo de vida: todo ocurre rápidamente, vertiginosamente, hasta el punto que, por ejemplo, el filósofo surcoreano Byung-Chul Han ya habla de una “atomización del tiempo”: todo sucede a toda velocidad y en el mismo momento, sin secuencia, lo que implica un olvido del pasado, al cual no se mira, y una necesidad de inmediatez que va en contra de los tiempos que requiere el psiquismo humano para adaptarse a los cambios.
Tenemos que conseguir ser como todos aquellos ideales que los demás nos presentan en las redes (el cuerpo perfecto, la pareja perfecta, la casa perfecta, el trabajo perfecto, las vacaciones perfectas…) y, además, conseguirlo en tiempo récord… ¡Y sin esfuerzo! No es extraño, desde luego, que con este panorama cada vez aparezcan en las consultas mujeres y hombres torturados por la angustia y la ansiedad de no alcanzar unos ideales que, es muy posible, nos estén enfermando.
[Extracto del texto que sirvió de apoyo a la charla-coloquio, con el mismo título, del 15 de marzo de 2019 en el Espacio Psicoanalítico de Barcelona (EPBCN)]
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